Cuando llueve a mares y durante
semanas, como últimamente, cada uno se plantea su estrategia para sobrevivir.
Para mí, existen dos pertrechos dignos ante semejante corte de mangas
atmosférico: comida que le hace la higa a la dieta mediterránea y películas de
Judy Garland. Bueno, en realidad hay una tercer pertrecho digno, pero no
queremos entrar en detalles y vernos obligados a preguntar a los lectores si
son mayores de 18 para que puedan entrar en el blog. ¿Veis? A pesar de todo, el
ánimo no ha decaído del todo: he dicho “preguntar a los lectores (..) para que puedan entrar
en el blog” en un tono tan convincente que casi os ha hecho creer que yo
pienso que tales lectores existen. Jajaja. Bien. Volvamos a Judy, que, en
realidad, también tiene algo que ver en ese acceso de optimismo.
Hasta hace poco menos de un año,
la única peli de la Garland que había visto era, como la mayor parte de la
gente, El mago de Oz (The wizard of Oz, Fleming, 1939), y me
encantaba, por supuesto. Uno de esos azares de la vida hizo que recibiera como
regalo un cofre enorme con parte de la filmografía de la actriz, así que, poco
a poco, fueron cayendo una tras otra Cita
en St. Louis (Meet me in St. Louis,
Minnelli, 1944), El pirata (The pirate, Minnelli, 1948), Desfile de Pascua (Easter Parade, Walters, 1948), Las
chicas de Harvey (The Harvey girls,
Sidney, 1946), Por mí y por mi chica (For me and my gal, Berkeley, 1942), Los hijos de la farándula (Babes in arms, Berkeley, 1939), Chicos en Broadway (Babes on Broadway, Berkeley, 1941) y Ha nacido una estrella (A
star is born, Cuckor, 1954). Para entonces, y a pesar de Mickey Rooney, ya era
una adicta completa, aunque aún no había secuestrado una farmacia para hacerme
con anfetaminas. Problema: aparte de los anteriormente citados y alguno que
otro más (gracias a esa estupenda nueva
colección llamada Cine Club), en
España no se encuentran editados en dvd los demás títulos de su filmografía.
Será porque somos más de secano y la gente no necesita pertrecharse tantas
veces contra la lluvia (o tal vez es que se recurre preferentemente al tercer
pertrecho; hay gente para todo).
Esta tarde, Amazon mediante,
hemos visto Love finds Andy Hardy (Seitz,
1938) y, a raíz de eso, se me ha ocurrido compartir algunos de los momentos que
más me gustan de Judy. Por orden cronológico, y saltándome El mago de Oz y Cita en St.
Louis -por ser las más famosas- y El
reloj (Minnelli, 1945) -por merecer tamaña obra maestra post aparte-, aquí
van:
Nadie sabe que Judy existe
Ese sentimiento lleno de
autocompasión que caracteriza la adolescencia fue encarnado por Judy durante casi
un lustro. La encontramos película tras película en el papel de niñas llamadas
Betsy o Mary o Penny o Patsy enamoradas de un chico que a ellas les parece
rebosante de personalidad y que no les hace ni caso. Los demás mortales llamamos a ese
chico, simplemente, Mickey Rooney, pero, oye, para gustos, los colores. Él, por
su parte, persigue a chicas llamadas Cynthia o Rosalie o Barbara, más bien
rubias y tirando a pelanduscas; a veces son, incluso, Lana Turner, que también empezó como artista infantil y llegó a tomar helados y batidos en algunas películas antes de los combinados alcohólicos de alta graduación de El cartero siempre llama dos veces (Garnett, 1946).
Así que ahí tenemos
a Judy: en casa de su abuela/detrás de una ventana/en las bambalinas de un
escenario, lamentándose. Hay decenas de escenas que podrían ilustrar esta
etapa, pero yo he escogido una de Armonías de juventud (Strike up the band, Berkeley, 1940), en
la que Garland, como buena proto-solterona, trabaja en una biblioteca. Esta
vinculación, tan fértilmente arraigada en el imaginario popular, entre el fracaso
amoroso femenino y la lectura merece post aparte, a ver si me animo otro día.
Por el momento, aquí tenemos a Judy “Bibliotecaria” Garland, harta de
experiencias vicarias de papel:
¡Compren bonos de guerra en este mismo cine!
El paso del estrellato infantil a
los papeles adultos se ha llevado por delante no pocos nombres célebres. Ahí
están, por ejemplo, Shirley Temple (quien, por cierto, hubiera podido
protagonizar El Mago de Oz; menos mal
que Dios proveyó) o Margaret O’Brien o Marisol o Macaulay Culkin.
El tiempo pone a cada cual en su sitio.
En otras ocasiones,
la transición cuaja en una carrera adulta de éxito; muestra de ello serían las
de Elizabeth Taylor, Natalie Wood, Scarlett Johanson o la propia Garland.
La transformación es paulatina y
resulta difícil decidir en qué película exactamente Judy ha dejado de ser, de
forma definitiva, el patito feo ansioso por abandonar el papel de espectador de
la vida y zambullirse de lleno en ella. He leído por ahí que Little Nellie Kelly (Taurog, 1940) podría
contener los primeros indicios de ese cambio porque muestra el primer beso “de
verdad” de la actriz en pantalla. Puede ser. Sin embargo, para mí algo hace click en la visión de Judy después de For me and my gal. La primera mitad de
la peli sigue el esquema de los musicales con Mickey Rooney, pero sin Mickey Rooney. El amor aparentemente
imposible de Garland, todavía ninguneada e ignorada en el primer vistazo (ese
que no ve las grandezas del alma, sino simplemente las del escote), es aquí
Gene Kelly, hombre de estatura y testosterona no desdeñables, sobre todo si se
le compara con Mickey Rooney. Esta ya no es una pasión adolescente, sino
adulta (bueno, todo lo adulta que puede consentirse dentro de la MGM) y el
cambio de partenaire ayuda a que nos
demos cuenta, con independencia de que el papel de Garland sea, en esencia, el
mismo.
La segunda mitad del metraje
convierte For me and my gal en una
película de propaganda bélica y el tono despreocupado del comienzo sufre un
giro bastante bien llevado que desemboca en drama. Personalmente, y disintiendo
de Augusto Torres (como, por otra parte, suele sucederme), prefiero esta
segunda mitad de la película a la primera. La propaganda nos ha dejado
excelentes películas, y, el que no lo crea, que se eche un vistazo a Casablanca (Curtiz, 1940). O a Los verdugos también mueren (Hangmen
also die, Lang, 1943). O a Pasaje a
Marsella (Passage to Marseille, Curtiz,
1944). En el caso de For me and my gal,
además, nos brinda una muy buena interpretación dramática de Garland y la única
de este tipo que yo le recuerdo a Gene Kelly, al que impresiona no ver
sonriendo (¡sí, podía relajar los
músculos faciales!).
La escena que he escogido
pertenece a la primera parte de la peli, pero hay algo en el peinado y la
corbata de Judy que ya nos hace pensar que, pese a la ligereza supuestamente
improvisada de este baile maravilloso en una cafetería, las cosas se van a
poner serias y tristes.
La venganza bibliotecaria
Loco por las chicas (Girl
crazy, 1943) es la última película de la pareja Rooney-Garland y quizá mi
preferida de las nueve que protagonizaron juntos. Las tornas por fin han
cambiado y ahora es Mickey quien asedia a una Judy que cuenta los admiradores y
las peticiones de matrimonio por arrobas. Muchísimo más delgada (¿flaca, tal
vez?), le da calabazas con acento sureño al niño pijo de ciudad que se propone
conquistarla. ¡Viva la venganza bibliotecaria!
Judy (contra)hecha Gilda
Si uno teclea “Judy Garland” en
Google, posiblemente la función autocompletar
termine sugiriéndonos alegrías tales como “drogas”, “crisis”, “alcoholismo” o “sobredosis”
para rematar la búsqueda. Se ha hablado mucho del potencial dramático de esta
actriz, dentro y fuera de su vida privada, de su nominación al Oscar por Ha
nacido una estrella, de su carácter difícil y su inestabilidad emocional en
los rodajes. Lo que no resulta tan frecuente es encontrar referencias a la
extraordinaria vis cómica de Garland,
y eso que es un punto sobre el que su hija, Liza Minnelli, ha insistido en todas las entrevistas en las que, de forma implacable y machacona, le preguntan por los excesos
de su madre. Personalmente, me parece evidente el gancho de Judy como actriz
cómica desde los tiempos de las películas con Mickey Rooney, y, si no, ojo a
las caras que acompañan a sus réplicas en esta escena de Love finds Andy Hardy (¡tiene 15 años!).
En cualquier caso, hay por lo menos dos cosas que
diferencian a Garland de otras actrices de musical: canta con garra y no cuela como
princesita. Por eso hace payasadas. Y qué bien le quedan. Pruebas:
1. De vaquera.
2. De mendiga.
3. Con pistolas defendiendo los beef-steaks de su restaurante en el salvaje
oeste:
"Se va a escribir un crimen y no tendrás que deducir nada, Angela" |
También se viste de dama glamourosa y pletórica de estilo. Se
pone lentejuelas y demuestra que ya no es cierto aquello de “My dad says I
should bother more about my lack of grammar. Huh, the only thing that bothers me is my lack of glamor!” (Love finds Andy Hardy). Puede ser
igual de guapa que las femmes fatales de
la época, pero prefiere reírse de ellas. Por cierto, ¿a quién parodia en este
fragmento de Ziegfield Follies (varios
directores, 1946)? A mí sus ademanes –exagerados aquí, por supuesto- me
recuerdan mucho a los de Rita Hayworth en Gilda
(Vidor, 1946), pero las dos películas son del mismo año, no sé si será
posible. También hay abundantes muestras por la red de lo ridículo que le
parecía el sex appeal basado en la
languidez made in Marlene Dietrich;
¿irán por ahí los tiros? Se admiten apuestas y sugerencias:
“Don’t call me pure
soul; it irritates me!”
Esta es una de mis frases
cinematográficas favoritas; quizá dediquemos un post a otras interesantes algún día si nos da por ahí. "Don't call me pure soul; it irritates me!"; qué corta es y cómo le da la vuelta a todos los
tópicos femeninos del cine en general y del musical en particular. Por lo
demás, la escena, perteneciente a El
pirata, rebosa una carnalidad -desprendida por una Judy tan hipnotizada
como desbocada- que llega a asustar al personaje de Gene Kelly (fijaos bien en
el julepe que le da en el minuto 01:26). ¡La niña recatada de MGM lleva un
volcán caribeño dentro!
O al revés, la niña picaruela de
la MGM (ese muslamen al aire…) guarda un alma de dulzuras en granjas de
Michigan. Por cierto, ¿sabíais que esta era la canción favorita de la reina de
Inglaterra? Mujer de gustos sencillos, por lo que se ve.
Señales del apocalipsis
Para terminar, un cotilleo. Hace tiempo amenazan con un biopic de Judy, a quien, en base a que es morena y canta desafinando sólo dos de cada cuatro notas, interpretaría Anne Hathaway. En fin, si al final lo perpetran, la veré seguro, pero… las comparaciones son odiosas: