martes, 22 de abril de 2014

Ambigüedades

Peter Godfrey era un director absolutamente desconocido para nosotros hasta que vimos hace un par de años Las dos señoras Carroll (The two Mrs. Carrolls, 1947), una de maridos ambiguos y vasos de leche envenenados (¿a que recuerda a Sospecha?) que nos gustó muchísimo. Nos hemos reencontrado con él gracias a Cry Wolf (muy mal traducida como El aullido del lobo, 1947).
 
Repite Barbara Stanwyck, cuyo personaje se ha casado en secreto con un ricachón heredero que se encontraba aún bajo la tutela de su tío y que acaba de morir cuando empieza la película. Ella se presenta a reclamar su parte de la herencia, lo cual no deja de hacerla parecer algo pelandusca, si no fuera porque enseguida el tío del difunto (Errol Flynn) comienza a comportarse de manera que el arribismo de la Stanwyck se convierte en pecadillo de monja.
 
 

Soy mala.

Sí, ¿eh?
 
 
 
 
 
 
 
¿Sigue vivo el marido de Barbara y Errol lo está torturando? Eso parece, a juzgar por los gritos que se oyen por las noches en el laboratorio del ático. Todo apunta a que el bueno de Flynn intenta aprovecharse de su situación de tutor legal para apropiarse de la fortuna de sus sobrinos, en plan “Hola, soy Robin Hood y esta vez robaré a los ricos para quedarme con esta pedazo de casa de tres pisos, y el cochazo, y las fincas, y los establos con todos los caballos,    UAJAJAJA”. Así pues, la peli da un giro estupendo: de un indignado “¿De qué va la viuda negra esta? Fijo que se ha cargado ella al marido. Y ahora intenta ligarse a Errol, cuando todo el mundo sabe que su corazón siempre será para Olivia. Menuda pelandusca” a un  “Venga, Barbara, desenmascara de una vez por todas a ese bribón. Siempre desconfiamos de alguien capaz de ponerse mallas verdes y dejarse un flequillo con permanente”.
¿Qué pasa? ¿No os habéis visto nunca en vuestras fotos de los 90?
Habría sido estupendo que el guión y la dirección hubieran sido capaces de mantener esa ambigüedad de los dos personajes hasta el final de la película; menuda obra maestra. Sin embargo, pronto se adopta el punto de vista del personaje de Stanwyck, de modo que todo el misterio recae sobre la figura masculina. Me recuerda mucho a dos de Hitchcock: Rebecca (1940) y Sospecha (Suspicion, 1941), sólo que Joan Fontaine parecerá siempre más desvalida y matable que Barbara, y Lawrence Olivier, aunque sea a fuerza de interpretar a Shakespeare, más psicópata que Flynn. Se cuenta que Hitchcock quiso hacer del personaje de Cary Grant un asesino en Sospecha pero que el estudio no se lo permitió por miedo a quemar la imagen de su gran estrella, de modo que tuvo que recurrir a un final simplón (rodado, por cierto, con dobles de ambos actores) que convierte a Fontaine en una histérica paranoica incapaz de apreciar a tan encantador y devoto marido (¿a quién no le gusta que la llamen "carita de mono"?). No sé si sucedería lo mismo aquí; en cualquier caso, mientras que a Grant, al que te crees haciendo comedia, melodrama, aventuras, suspense, época, o lo que sea (ahora que lo pienso… ¿no le falta algún western?), a Errol Flynn siempre te lo imaginas trepando por algún árbol.
¿Encasillado, Errol?
Para terminar, un detalle absurdo que me ha llamado la atención: nunca había visto a Barbara (ni a ninguna otra estrella femenina del Hollywood clásico, me atrevo a decir) corriendo, saltando, escalando tan frecuentemente en ninguna otra película. Apuesto a que si se hubiera rodado en la actualidad, en las absurdas entrevistas promocionales le habrían preguntado por el entrenamiento seguido para rodar las escenas de acción.  
Aquí la tenemos, dispuesta a izarse por el montacargas
 
Vamos, como a Uma…

                                                                                                                                      ... o a Renée
 
 
 
 
 
 
 
 
El aullido del lobo (Cry Wolf). 1947. Peter Godfrey (dir.). Barbara Stanwyck, Errol Flynn (actores).
 

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